Día 2
Obedecer a la Virgen
Hoy es el día número dos, y tenemos que dar el segundo paso. Ayer aprendimos que es necesario hacer sacrificios, como los pastorcitos de Fátima.
Hoy, vamos a aprender y prometerle a la Virgen hacer uno de los sacrificios más difíciles, que es obedecer. Obedecer es muy importante porque es lo que más le gusta a la Virgen que hagamos, porque no podemos ser buenos hijos suyos si no le obedecemos.
Hace mucho tiempo, en el año 1630, había un hombre que vivía en la Provincia de Santiago del Estero, en Argentina y que tenía en su casa una capillita. Pero él no tenía ninguna estatua de la Virgen. Entonces se le ocurrió pedirle a un amigo suyo que le enviase una imagen. Y así lo hizo.
Mientras iban de viaje llevando la Virgencita, los bueyes que empujaban la carreta, de repente, no quisieron andar más. Se detuvieron, y no había modo de hacerlos avanzar.
Entonces, decidieron bajar todas las cosas de la carreta, para hacerla más liviana. Y se dieron cuenta de que sólo al bajar la caja que guardaba la Virgen, los bueyes comenzaban a moverse.
Con este milagro, la Virgen manifestó que quería quedarse allí, a orillas del río que por allí corría, que se llama Río Luján. Desde ese día, todo el mundo llamó a esa Virgencita con el nombre de Nuestra Señora de Luján.
La Virgen quería quedarse allí y tener un santuario muy grande, por eso hizo que los bueyes no se moviesen, dando órdenes de que la dejasen allí mismo. Aquella gente buena y sencilla obedeció a María. Gracias a la obediencia de ellos, la Virgen pudo quedarse allí y ser la Madre de todos nosotros.
Nosotros también tenemos que ser obedientes y hacer lo que la Virgen María nos pide. ¿Y qué cosas nos pide la Virgen? Ella nos pide que hagamos siempre lo que tenemos que hacer en cada momento. Cuando hay que rezar, ella nos pide que recemos. Cuando hay que jugar y divertirnos, ella nos pide que juguemos y nos divirtamos. Cuando hay que comer, que comamos. Y cuando hay que ir a estudiar, que estudiemos; y así con todo lo demás. Debemos obedecer en todas las cosas y no sólo en lo que nos gusta, porque si sólo hacemos las cosas que nos gustan, nunca vamos a ser santos.
Para consagrarnos a la Virgen necesitamos ser valientes y obedecer aún en las cosas más difíciles.
¿Quieres obedecer en todo a la Virgen? Seguramente que sí. Pero como somos débiles y nos olvidamos, tenemos que pedirle a la Virgen la gracia de estar siempre listos a obedecer.
Promete hoy, obedecerle en todas las cosas, y no olvides de decir muchas veces: soy todo tuyo María.
Ahora ve ante una imagen de la Virgen y di la oración:
O h Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.
San Luis María, ruega por nosotros.