IMG_2783

Día 4
San Pedro

Hoy comenzaremos con la historia del gallo de san Pedro. Como ya sabes, san Pedro era uno de los mejores amigos de Jesús y era el capitán de los apóstoles.

La noche antes de morir, Jesús tuvo una cena con los apóstoles. Mientras comían, Pedro le prometió a Jesús ser su mejor amigo y para siempre, y le dijo “aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré”. Pero Jesús se puso triste, porque sabía que Pedro esa misma noche lo abandonaría, antes de que cantase el gallo.

Y así fue. Cuando arrestaron a Jesús para llevarlo a la cruz, Pedro, en vez de ayudarlo y acompañarlo, lo abandonó.

Justo cuando Jesús más necesitaba de sus amigos, Pedro se escapó y lo dejó solo. Además, dijo que no conocía a Jesús, ¡y lo repitió tres veces! Pedro traicionó a Jesús. Y en eso, cantó el gallo. Recién ahí, Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho, y se puso a llorar.

Pedro fue débil y se portó mal. No fue valiente. Tuvo miedo y fue egoísta. No quería acompañar a Jesús.

Pero luego, Pedro se arrepintió y lloró mucho, y volvió a ser muy amigo de Jesús. Cambió de vida y se convirtió en el primer Papa y murió por Jesús, crucificado cabeza abajo.

Muchas veces nosotros hacemos lo mismo que Pedro: traicionamos a Jesús y lo dejamos solo. Le ofendemos haciendo lo que a Él no le gusta. ¡Pobre Jesús! ¡Y pobre la Virgen! Ella también se pone triste y llora, porque nos portamos mal y no obedecemos. El pecado ofende mucho a Jesús y es la cosa más fea del mundo. Es lo peor que nos puede pasar en esta vida. Es horrible.

Pero, al igual que Pedro, podemos también cambiar y pedir perdón, y Dios nos perdona nuestros pecados. Nosotros somos pecadores y muy débiles. Sin embargo, con la ayuda de Dios podemos levantarnos y prometer no hacerlo más.

Hoy promete a la Virgen siempre pedir perdón, aunque cueste y no te guste. Como tarea enciende una velita a la Virgen, y arrepiéntete de todas las cosas que te acuerdes que hayas hecho mal. Y no te olvides de repetir muchas veces: soy todo tuyo María.

Ahora puedes decir la oración para todos los días:

O h Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

San Luis María, ruega por nosotros.

< Anterior Siguiente >