La devoción a la Eucaristía fue el centro de la vida de Santa Faustina. El amor Eucarístico motivó cada una de sus acciones con gran compasión y misericordia de Dios.

Santa Faustina recibió una gracia muy grande que sólo algunos santos han tenido. Era el poder tener a Jesús Eucaristía permanentemente en ella, es decir, poder ser un sagrario viviente de Jesús Eucaristía.

Santa Faustina pasaba todo el tiempo que tenía disponible en la capilla y deseaba tanto recibir la comunión cada día, que era para ella un verdadero martirio privarse de Ella, cuando se lo prohibían y cuando ella no comulgaba, pensando que estaba en pecado, se sentía triste y vacía.

“Todo el poder de mi alma procede del Santísimo Sacramento.”

En una ocasión Jesús le dijo a Santa Faustina:

“Hija mía, no dejes la santa comunión, a no ser que sepas bien haber caído gravemente, fuera de esto no te detenga ninguna duda en unirte a mí en mi misterio de amor. Tus pequeños defectos desaparecerán en mi amor como una pajita arrojada a un gran fuego. Debes saber que me entristeces mucho, cuando no me recibes en la santa comunión”.

Santa Faustina vivía el gran misterio de la misa. Para ella era el cielo en la tierra, pues en cada misa se hace presente, no sólo Dios, Uno y Trino, sino también la Virgen María con san José y todos los santos, ángeles y almas salvadas, incluidas las almas del purgatorio.

Ella veía con sus propios ojos al Niño Jesús en la hostia consagrada en casi todas las misas.

Sobre el desamor a la Sagrada Eucaristía Jesús le dijo a Santa Faustina:

“Oh, cuánto me duele que muy rara vez las almas se unan a mí en la santa comunión. Espero a las almas y ellas son indiferentes a mí. Las amo con tanta ternura y sinceridad y ellas desconfían de mí. Deseo colmarlas de gracias y ellas no quieren aceptarlas. Me tratan como una cosa muerta, mientras que mi Corazón está lleno de amor y misericordia. Para que tú puedas conocer al menos un poco mi dolor, imagina a la más tierna de las madres, considera su dolor. Nadie puede consolarla. Ésta es solo una imagen débil y una tenue semejanza de mi Amor”

Santa Faustina consolaba a Jesús así:

“Jesús mío, Tu solo sabes cuantas persecuciones sufro porque Te soy completamente fiel a Ti y a Tus órdenes. Tú eres mi fuerza; apóyame para que
siempre cumpla con fidelidad todo lo que exiges de mí. Yo, por mi misma, no puedo hacer nada.”

“¡Oh Señor! veo que desde el primer momento en que mi alma recibió la capacidad de conocerte, mi vida es una lucha continua y cada vez más violenta. Cada mañana durante la meditación me preparo para la lucha de todo el día, y la Santa Comunión es mi garantía de que venceré, y así sucede. Temo el día en que no tenga la Santa Comunión. Este Pan de los fuertes me da toda la fuerza para continuar esta obra y tengo el valor de cumplir todo lo que exige el Señor.”

“El valor y la fortaleza que están en mi no son míos sino de quien habita en mí, la Eucaristía. Jesús mío, ¡que grandes son las incomprensiones! A veces, si no tuviera la Eucaristía, no tendría la fuerza para seguir el camino que me has indicado.”

A través de nuestra comunión con Cristo crecemos en el amor que nos despoja de nosotros mismos y nos lleva a desear ofrecer penitencias por los pecadores. Rayos de misericordia brotan de la Santa Eucaristía cubriendo el mundo.

La “Coronilla de la Divina Misericordia es Eucaristíca. Es el ofrecimiento del Cuerpo y de la Sangre, el Alma y la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, al Padre, como propiciación de los pecados del mundo.

El amor Eucarístico es infinitamente poderoso para defendernos de todo aquello que vale nuestra salvación.

TOTUS TUUS.

La Semana del Cristiano.
Fatimazo por la Paz.

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