Hoy meditemos sobre la Santísima Virgen Maria y Santa Faustina Kowalska.

Adorar y dar gracias a la Santísima Trinidad por haber creado a la Virgen María.

El día de la Inmaculada Concepción de la Virgen, durante la Santa Misa oí el susurro de ropas y vi a la Santísima Virgen en un misterioso, bello resplandor. Tenía una túnica blanca con una faja azul y me dijo:
Me das una gran alegría adorando a la Santísima Trinidad por las gracias y los privilegios que me ha concedido, y desapareció enseguida”.

La Virgen está contenta cuando nosotros reconocemos las maravillas que Dios ha obrado en Ella. Por eso, en primer lugar, vamos a adorar y dar gracias a la Santísima Trinidad por haber creado a la Virgen como su obra maestra.

🔸 María es compañera del camino.

“Yo sé cuánto sufres, pero no tengas miedo, porque yo comparto contigo tu sufrimiento y siempre lo compartiré.”

Toda la vida de Santa Faustina está marcada no solo por la presencia visible del Señor de la Divina Misericordia, sino también por la compañía de María. Santa Faustina experimentó que María es la mejor compañera. Aprendamos de Santa Faustina a no sentirnos solos, Jesús y María están a nuestro lado.

🔸 María, nuestra intercesora.

En el número 32 del Diario, leemos cómo Jesús le dice a Santa Faustina que haga una novena de adoración y le indica esto:
“intenta unir tu oración con Mi Madre. Reza con todo corazón en unión con María”.

Nos relata Santa Faustina que estando haciendo esa novena , sucedió que “En el séptimo día de la novena vi a la Madre de Dios entre el cielo y la tierra, con una túnica clara. Rezaba con las manos junto al pecho, mirando hacia el cielo. De su corazón salían rayos de fuego, algunos se dirigían al cielo y otros cubrían nuestra tierra”.

Hagámosle caso a Jesús, nuestra oración tiene que ser en comunión con María porque Ella es la primera intercesora ante Él.

🔸 María, guardiana de nuestra pureza.

Un dia cuando hacia la fórmula de los votos, de repente, el Señor Jesús se puso a mi lado, vestido con una túnica blanca, ceñido con un cinturón de oro y me dijo:

“Te concedo el amor eterno para que tu pureza sea intacta y para confirmar que nunca experimentaras tentaciones impuras.”

Jesús se quitó el cinturón de oro y ciñó con él mis caderas. Desde entonces no volví a experimentar ninguna turbación contraria a la virtud, ni en el corazón ni en la mente.

Tiempo después comprendí que era una de las gracias más grandes que la Santísima Virgen Maria obtuvo para mí, ya que durante muchos años le había suplicado recibirla.

A partir de aquel momento tengo mayor devoción a la Madre de Dios. Ella me ha enseñado a amar interiormente a Dios y cómo cumplir su santa voluntad en todo.

🔸 María quiere nuestra consagración.

El número 79 de su Diario, nos indica una oración de consagración que hizo Santa Faustina:

“Oh Maria, Madre y Señora mía. Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus manos, oh mi Madre. Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo. Con tu poder defiéndeme de todo enemigo, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo una máscara de virtud. Oh Espléndida Azucena, Tu eres mi espejo, oh mi Madre”.

TOTUS TUUS

La Semana del Cristiano.
Fatimazo por la Paz.

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