La Semana del Cristiano con santa Teresita del Niño Jesús - VIERNES. Dedicado a la Pasión de Jesús y a su Sagrado Corazón

En el Carmelo, santa Teresita vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento.

Desde niña, Teresita estuvo habituada a venerar la Santa Faz de Jesús. Ya en el Carmelo, su hermana Inés le introducirá en los misterios escondidos en el rostro mancillado de Cristo, símbolo de su pasión. Teresita comprende que puede ser una nueva Verónica, que puede empeñar su vida en enjugar dulcemente la faz herida de Jesús.

Como carmelita, como cristiana, Teresita está decidida a acompañar a Jesús en su pasión. Ella se admira del ejemplo de las santas mujeres que, en la vía sacra, desprecian el miedo y acompañan al maestro, abandonado de todos, en el momento de la humillación y el desprecio, el momento de su entrega a favor nuestro.

Con ellas, Santa Teresita del Niño Jesús de la Santa Faz nos invita a hacer el camino de la cruz asumiendo la pasión del Señor en nuestra vida de cada día.

Quien está algo familiarizado con los escritos de Santa Teresita del Niño Jesús sabe que en ellos son evidentes y fundamentales los rasgos de la devoción al Corazón de Jesús con las características de Paray-le-Monial: amor, confianza, sentido de intimidad con el Dios hecho hombre, reparación por los pecados, deseos de la Cruz, consuelo a Jesús, celo por la salvación y santificación de los hombres, devoción a la Eucaristía.

Santa Teresa habla directamente del Corazón de Jesús no pocas veces, y así, en sus cartas encontramos reiteradamente la despedida: “Queda muy unida en el Corazón de Jesús…”. Donde más aparece esta expresión es en sus poesías. Una de ellas, de 16 estrofas, está dirigida al Sagrado Corazón.

“YO NO VEO EL SAGRADO CORAZÓN COMO TODO EL MUNDO”.
Tales palabras fueron escritas por santa Teresita a su hermana Celina en la ocasión del viaje de ésta a Paray-le-Manial:

“Pide mucho al Sagrado Corazón. Tú sabes que yo no veo el Sagrado Corazón como todo el mundo. Pienso que el Corazón de mi Esposo es para mí sola, como el mío es para El solo, y le hablo entonces en la soledad de este delicioso corazón a corazón esperando contemplarlo un día cara a cara” (14 octubre 1890).

La relación de Teresita con el Corazón de Jesús no es la de quien se siente perdido en la masa de los fieles que acuden en peregrinación a orar a un santuario. Para ella la relación es de tal intimidad que le parece que el Corazón de su Esposo es para ella sola, como el suyo es para El solo. No es egoísmo en quien pedía a Jesús como la gran ilusión de su vida que Jesús amara a las almas que estaban encomendadas a Teresita, cómo Jesús amaba a la misma Teresita. Habla en santa Teresita la persuasión de la relación perfectamente “personal” e íntima con Jesús; a esta relación no son obstáculo alguno los demás.

Este rasgo tan acusadamente personal e íntimo es característico de Teresita. Ella reconocerá que Jesús fue su superior, su maestro de novicios y su director. Santa Teresita trataba de ser un libro abierto para sus superioras, pero en lo profundo de su espíritu, ella apreciaba la obra silenciosa de Aquel que la iluminaba y le hablaba interiormente. Cuando fue ayudante de la Maestra de Novicias sintió que “hacer el bien es cosa tan imposible sin el socorro del buen Dios como hacer brillar el sol en la noche”, y así se volvió al Señor para que El le diera en cada momento el alimento que ella había de proporcionar a sus novicias.

Es inútil referir detalles particulares, pues la relación de intimidad personal de Teresita con Jesús domina toda su existencia:

“Creo sencillamente que es Jesús mismo, escondido en el fondo de mi pobre y pequeño corazón, quien me concede la gracia de obrar en mí y me hace pensar todo lo que El quiere que yo haga en el momento presente”.

Debiera parecernos obvia semejante relación personal de amor con el Amor infinito, que es el fondo de nuestro propio ser, y del que sabemos que viene de modo nuevo al que cree en Jesús y le ama:

“… y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos nuestra morada en él” (Jn 14, 23).

La frase de Santa Teresita que venimos comentando se refería a su visión diferente del Corazón de Jesús con respecto a ella. Pero podemos aplicar esas mismas palabras a la visión que tiene la Santa de lo que es Jesús en sí mismo. Ella, en efecto, no veía al Señor como los demás. Tocamos aquí el fondo de la imagen que se ha formado Teresita de lo que es el Corazón de Jesús. Esta vivencia espiritual de la Santa, dada a conocer a través de sus escritos, ha influido decisivamente en la devoción misma al Corazón de Jesús en el siglo XX.

Dios comunicó a Teresita luces singulares respecto al amor misericordioso que el Señor tiene para con los débiles y pecadores. Por eso ella comprendió de modo nuevo la necesidad de amar a Jesús y de confiar en Él. La Santa se sintió llamada a ir a Jesús y de confiar en Él. La Santa se sintió llamada a ir a Jesús “por el ascensor del amor” y no “por la ruda escalera del temor”. La clave de su vida fue una confianza desbordante en Dios, y esa confianza, dirá ella unas semanas antes de morir, no se debía a que se creyera inocente:

“… aunque hubiera cometido todos los crímenes posibles, tendría la misma confianza; siento que toda esa multitud de ofensas sería como una gota de agua echada en un brasero ardiente” (11 julio).

Los siguientes pasajes nos aclararán el pensamiento de Santa Teresita del Niño Jesús, por más que ella afirme no saber explicarse. En una de sus últimas cartas escribe la Santa:

“Quisiera intentar haceros comprender por medio de una comparación muy sencilla cuánto ama Jesús a las almas, aun imperfectas, que se confían a Él. Supongo que un padre tiene dos hijos traviesos y desobedientes, y que, al ir a castigarlos, ve que uno tiembla y se aleja de él con terror, teniendo, sin embargo, en el fondo del corazón el sentimiento de que merece ser castigado; su hermano, al contrario, se arroja en los brazos del padre, diciendo que siente haberlo disgustado, que lo ama y que, para probarlo, de ahora en adelante se portará bien. Después, si este hijo pide a su padre que lo “castigue” con un “beso”, no creo que el corazón del padre dichoso pueda resistir a la confianza filial de su hijo, cuya sinceridad y amor le son conocidos. No desconoce, sin embargo, que más de una vez su hijo caerá en las mismas faltas, pero está dispuesto a perdonarlo siempre, si siempre su hijo “lo toma” por “el corazón”…” (18 julio 1897).

Entre las líneas finales de su manuscrito, trazadas a lápiz porque a la Santa le faltaban las fuerzas para la pluma, leemos:

“… pero sobre todo imito la conducta de Magdalena, su chocante o más bien su amorosa audacia, que encanta el Corazón de Jesús, y seduce el mío. Sí, lo siento; aun cuando tuviera sobre la conciencia todos los pecados que se pueden cometer, iría con el corazón partido de arrepentimiento a arrojarme en los brazos de Jesús, pues sé cómo acaricia Él al hijo pródigo que vuelve a Él…”.

La escena de la pecadora (la Magdalena) hace también a Teresita referirse directamente a “la misericordia del Corazón de Jesús”, a “este Corazón de amor” en una carta fechada por estos mismos días (21 de junio de 1897).

La Semana del Cristiano.
Fatimazo por la Paz.

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